jueves, 22 de noviembre de 2012

Juego de miradas

Sucedió casi sin querer y sin darme cuenta. No logré descifrar cómo, ni cuándo, ni por qué, pero en aquel preciso instante  y sólo entonces, nuestras miradas se cruzaron, en medio de todos, delante de nadie... A medida que miraba sus ojos, el resto de miradas, de personas, fueron desapareciendo, como si de un truco de magia se tratara, o un efecto óptico, o una ilusión, no lo sé, pero lo que tengo seguro es que todo desapareció para dejarnos a solas: su mirada y la mía.
Sentí, por un instante, un pánico inmenso y un impulso casi eléctrico recorrió mi mente pidiéndome bajar los ojos y disuadir aquel encanto, aquella maravillosa atmósfera que nos había envuelto. Como si de la seda más suave se tratase, sus ojos, apetitosos como el chocolate y dulces como la miel, acariciaron mi rostro, sin dejarse un sólo milímetro. Yo, en estado aún de incredulidad, no podía romper el hechizo al que me sometió, no podría dejar de admirar su serenidad, su sinceridad...  como si de un niño tras un caramelo se tratase, mi ser entero ansiaba adentrarse en los misterios de aquellas pupilas, en los acantilados y valles de su alma, en su esencia secreta.
Al tiempo que seguía acariciando mi rostro con su mirada, conseguí reaccionar, y no pude sino hacer lo mismo, acariciar y mimar su rostro, poro a poro, ya no con mis ojos, sino con mi alma. Casi por inercia, nos dirigimos hacia el mismo rincón, nuestras miradas dibujaron el contorno de nuestros labios... Entonces descubrimos la vehemencia que escondía tanto misterio y tanta sensualidad. Un arrebato nos recorría las entrañas y deseos más ardientes y puros; un arrebato de pasión, cada vez más fuerte, cada vez más provocador, tan incontenible que mi razón me abandonó y se entregó. Dejó así, por tanto, mi espíritu libre de demonios, libre de miedos. Mi cuerpo, guiado por semejante impulso, buscó sus labios, su cuerpo, su piel... Mi alma buscó su misterio, su calor, su encanto... Me aproximé a una velocidad de vértigo y, sin embargo, al estar a un milímetro de su boca, rozando su piel, sintiendo su aroma, todo se detuvo, todo se ralentizó hasta límites exagerados. Aún me daba pánico dar el siguiente paso, pero no podría dejar de desearlo, no podría detener mi cuerpo, ni mi alma, ni nada. Mi mano acarició su rostro, nuestros ojos no dejaban de observarse. Mi corazón comenzó a desbocarse.. Su mirada en mis labios, la mía en los suyos... Un segundo de máxima tensión...y nuestras almas se unieron, nuestros cuerpos suspiraron al tiempo que se mostraban tanto con aquel beso...nuestras manos se juntaron.... Mi alma se sintió libre, más libre que nunca.