martes, 28 de enero de 2014

Plenitud

Una mirada atrás y todo palabras tristes. Todo son miedos, esperanzas perdidas, ilusiones dementes, dolor, colirio en los ojos y desidia.
Muchas son las Lunas que han pasado sin saber de mi, muchas las madrugadas que mi teclado se ha pasado a la intemperie de un escritorio vacío y quieto. Estas pequeñas teclas, marcadas a fuego con una letra que, por sí misma resulta insignificante pero que, en conjunto y bien ubicada, puede ser reflejo de los más sinceros miedos, deseos y aspiraciones de un alma solitaria, se han visto cubiertas de polvo y soledad, ensordecidas por un inusual silencio...
Lejos de esta desgracia se encuentra la dicha de quien las maneja, me encuentro yo. Mucho es el tiempo que llevo sin escribir, mucho el tiempo que ha pasado desde que mis dedos se deslizaron a toda velocidad por este teclado para expresar algo más que obligaciones estudiantiles o meros trámites burocráticos. Por lo que hoy me siento a decirle algo al mundo es porque me gustaría descifrar la causa por la que durante este tiempo no he sentido la necesidad de escribir. Realmente no hay nada que descifrar. Es grandioso cómo un un ser es capaz de crear sus mejores obras o escribir sus mejores poemas cuando en su interior todo es destrucción, sendas sombrías, soledad, miedo... y cómo, por el contrario, cuando el alma se encuentra dichosa, gratificada, plena y satisfecha, dicha majestuosidad parece esfumarse y todo el talento parece disiparse...