domingo, 28 de abril de 2013

Infierno de hielo

Es ese constante sentimiento entre culpa y frustración con toques de impotencia y agotamiento. No sé si la pregunta adecuada es en qué he fallado o, tal vez, lo correcto sería preguntarme hasta dónde llegan mi capacidad y mis fuerzas. Nunca he llegado a estar segura de lo que soy, lo que se y lo que tengo, pero si es cierto que alguna vez me he acercado a rozar esa sensación ahora mismo me encuentro a años luz de ella. No consigo adivinar qué es lo que falla. Entre cantidad de oportunidades y "cosas buenas" no encuentro más sentimiento que el de estar haciéndolo mal y fallando pero... ¿a qué? ¿a quién? ¿por qué? Qué narices pasa en mi cabeza para no ser capaz de llenarme con nada... Siento que soy enormemente injusta con todo, con los demás y conmigo misma. En un ambiente como el actual, lleno de pesadumbre y sombras, donde un mínimo haz de luz es motivo de festejo... yo que, de pronto, me encuentro deslumbrada por tantos haces simultáneos me siento aún peor que cuando todo eran veras sombrías y caminos solitarios. La situación torna en esta grave languidez de mi alma por el hecho de que no soy capaz de apreciar esa luz repentina ni esas sonrisas de esperanza que me ofrecen los días. No hay nada en mi que me empuje a llevar ninguna situación hasta el final, nada que me aboque a explotar todo lo bueno para llenarme de ello...  lo único que constantemente persigue mi ser, ahora huraño y huidizo es, precisamente, huir, esconderme de la luz, de las sonrisas y de la calidez y seguridad que me aporta cada relación humana. Me da pánico. Siento no estar a la altura, de nada, de nadie... ni si quiera estoy a la altura de terminar estas líneas dándoles algo de sentido...

viernes, 12 de abril de 2013

Loving Strangers


Se precipitaba calle abajo sobre las grises aceras de la ciudad arropada por los últimos suspiros del día. Éste agonizaba de forma irrevocable pero, extrañamente, no sus anhelos de soñar mientras los demás creían hacerlo dejándose llevar por Morfeo. De noche nunca dormía, no obstante, su alma soñaba más allá que ninguna. Entre las largas, tranquilas, en ocasiones frías y siempre solitarias noches de desvelo ella vivía su vida, disfrutaba de ella, saboreaba entre la suave escalada hacia la libertad del humo de un cigarrillo que sostenía entre sus dedos, delicada y firmemente, los momentos que la luz diurna le había regalado y grabado en sus pupilas. Envuelta en el más absoluto silencio, apenas perturbado por una ráfaga de viento que agitaba las hojas del árbol que cubría de sombras su guarida o, como otros la llaman, su habitación, encontraba el espacio indicado para olvidar toda la prisa que la llevaba de un sitio al siguiente, cual papelillo golpeado de una dirección a otra a los antojos del aire. Era entonces y sólo entonces cuando su alma sonreía al recordar cada gesto, cada sensación. Era entonces, y no en el momento, cuando su alma sentía la caricia que sólo la mirada quien ella sabía la sosegaba y estremecía la piel.  
Aquel desvelo no fue diferente a los otros. Una luz cálida y tenue formada por la pantalla del ordenador y cuatro velas consumiéndose al ritmo de sus pensamientos junto a la suave melodía de un piano sonando, lo suficientemente alto para calar en su ser y lo suficientemente bajo para no despertar a su familia, hicieron de aquella noche algo diferente. Fue entonces y no antes cuando descubrió que no conocía al ser que amaba, al menos no en profundidad. Cayó, en aquel instante, en la cuenta de la maravilla de tener la capacidad de amar aun no sabiendo a penas nada de la persona en cuestión. Su nombre, su voz, el color de sus ojos y la paz de su sonrisa habían bastado.Claro que tenía defectos, igual que ella, pero aun esos los amaba pues, indudablemente, también forman parte de una persona y la hacen ser quien es.
Siempre insegura, nunca fue capaz de entregar todo lo es a nadie. El miedo a que aquello que era suyo y solo suyo se corrompiese o resultara herido atormentaba cada relación con cada persona de su vida. Amigos, familiares, parejas pasadas... nadie era suficientemente alguien para perder el miedo. Sin embargo, la persona cuya sonrisa iluminaba hasta el más gris de los días, esa, tan desconocida y extraña y a la vez tan cercana, alejaba cualquier fantasma de miedo o temor. En un beso, el primero de todos, estaba segura que se entregaría completamente a aquel amor, ese loco de atar y desatar...

miércoles, 3 de abril de 2013

Una legua en tu pupila


Incesantemente, la idea que atormenta mi ser no es otra sino la de que tu y yo somos personas completamente diferentes, que nuestros mundos o nuestras mentes poco o nada tienen que ver. Me tortura la idea de pensar que eres alguien fuera de mi alcance, un sueño precioso, una falacia que roza la demencia de una loca. No creo que sea cuestión de idealización decirte que eres un ser maravilloso, que nunca antes mi ser se había cruzado en su camino con un alma tan pura como la tuya. Tienes tanto que... que me da miedo. El miedo me paraliza si pienso en compartir una vida juntos y que no encontremos aquello que nos una, que se produzcan más silencios de los debidos, mejor dicho, que se produzcan silencios incómodos, que siempre vueles más alto, que nunca pueda alcanzarte y no estés dispuesto a esperarme o enseñarme a volar tan alto. Me siento completamente insignificante si pienso en todo aquello que me aportas y, en cambio, no se me ocurre nada que yo pueda aportarte, no soy capaz de encontrar algo de mi ser que pueda completar o engrandecer el tuyo.
No tengo ni idea de cómo sería una vida juntos pero, si de algo estoy segura, es que si resulta ser tan extraordinaria como resultan ser los momentos que hasta ahora compartimos, no quiero ninguna otra oferta, ninguna otra alternativa... no quiero nada que no seas tú. Todas las noches desde que te conozco, cuando me siento en el escritorio, enciendo una vela. El incesante vaivén de una pequeña legua de fuego sosiega mi alma. La presencia de una pequeña vela aporta una luz cálida a mis largas, frías y solitarias noches de desvelo recorriendo tu sonrisa grabada en mis pupilas. Al mirar la pequeña llama bailar en la oscuridad, tu figura viene a mi, sutil, ligera, sencilla, delicada y extrañamente contundente. Si hay algo que mi alma anhele, por encima de todo, es ver el reflejo de una legua en tus ojos mientras nuestros cuerpos se aman en lo que fueron desvelos y delirios nocturnos.