martes, 28 de mayo de 2013

Tus reconfortantes luces y tus mágicas sombras

No, no me mires. No vuelvas a hacerlo. Mi alma no resistirá de nuevo el punzón de tus ojos en los míos, diciendo todo lo que tus labios callan por miedo y, sin embargo, tu alma lo siente, lo siente y no puede ocultarlo.
Observame, no dejes de hacerlo.Mi alma se rompe al pensar en dejar de existir, tan si quiera por un segundo para ti. No dejes de recordarme como a veces sé que lo haces. Resulta dulce la idea de protagonizar pequeños suspiros de tu tiempo y, más dulce aun resulta la idea de robarte entonces una sonrisa.
No somos nada, es cierto, tan cierto como que puede que nunca lleguemos a serlo pero... seríamos tanto. No estoy loca por creerlo, mucho menos por soñarlo pues tu mirada concede lugar a la duda, más incluso de lo necesario. La vehemencia y la sensualidad se dejan ver, tímidas, en tus ojos oscuros, tiernos y brillantes.No lo tienen claro, ni si quiera son conscientes de los secretos que desvelan.
Es precisamente por eso, por los secretos que ni tú misma conoces pero tus ojos desvelan por lo que me da miedo una sola mirada más tuya. Observame si quieres, contémplame cuanto desees y, cuando sientas que te miro, aparta ágil la mirada pues, si mis ojos encuentran los tuyos, inocentes, cálidos y dudosos, me será imposible no perderme en ellos. No te miento si te digo que me encanta y que, si algún día me lo permitieras, vagaría por ellos el resto de mis días, sin embargo, ahora, cada vez que me adentro en ellos, siempre dejo encendida la luz de emergencia para encontrar la salida pues, en contra de mi voluntad, constantemente me veo obligada a abandonarlos y duele, duele más que cualquier castigo físico. Adentrarme en un mundo tan maravilloso como el tuyo, un mundo de luces y sombras donde el misterio, lejos de resultar tenebroso y asustadizo, se me antoja reconfortante y mágico me impide dejar de querer aspirar a más, a poder contemplar ese mundo tranquila, al anochecer y al alba, descubrirlo poco a poco, sin prisa, acariciando tu espalda y besando tu cuello.
He de pedirte, tan sólo, una cosa más. Perdóname si algún día esta pretensión te hace sentir incómoda y tu intimidad se ve amenaza. Te pido que me perdones puesto que no soy capaz de prometer que jamás volveré a pretender tu ser.

No hay comentarios:

Publicar un comentario