sábado, 4 de junio de 2011

Bajo su inclemencia

Hay veces en las que me gustaría no despertarme nunca más. Irme a dormir, y al día siguiente, fin, todo se acabó en el mundo material, mi cuerpo, sólo cuerpo, sin palpitar, sin respirar, dejando libre a mi espíritu. Me gustaría ver tu cara, tu reacción al saberlo, al, de repente, encontrarte con que he desaparecido, esta vez para siempre, esta vez sin vuelta atrás. Me gustaría una vez más colarme en tu pecho para llegar a tu corazón, para tocar tu corazón y hacerlo palpitar por mí, sólo una vez más.
Cada tarde, el ocaso me invita a recordar tu mirada, tu sonrisa, a recordar tu voz, tus palabras, tus gestos, tus frases, tu forma de ser, tu forma de vivir. Siento que en el momento en el que te dejé de ver cada mañana despertar, acorde con los primeros rayos de sol, en el momento que dejé de sentir tu energía, tu calor, tu protección, te llevaste una parte de mí. te llevaste contigo lo mejor de aquellos días de mi. Lo di todo sólo por ser alguien significativo para ti.
Por desgracia, la inclemencia del tiempo y el destino, tampoco me ha perdonado a mi. Durante meses sentí mi alma desgarrarse por conseguir entender por qué mi corazón latía de esa manera al recordarte, al nombrarte, al pensarte. Estalló en mi un fuego cruzado entre la razón y el corazón, por saber si debía ser o no. Ganó el corazón, ganaron los sentimientos que gritaban que te amaba. Nunca creí que la guerra llegara a ser tan dura. Pero no hay nada más duro que hacerse la guerra a uno mismo. Hace poco, mi corazón se rindió, se dejó dominar por la razón, eras imposible, un sueño, un cuento de príncipes y princesas que yo no había oído de pequeña pero que había soñado de mayor. Renuncié a ti, me dejé llevar. Y justo ahora, el tiempo y el destino deciden jugar en mi contra una vez más. Has vuelto aparecer como aquel príncipe montado en tu caballo blanco, esperando bajo el balcón de mi corazón, mientras lloro encerrada en mi habitación, pues ahora no soy libre de asomarme y dormir contigo con las estrellas como testigos.
Si me quieres, espérame como yo lo hice por un tiempo, porque aunque el destino y el tiempo son perversos y disfrutan torturándonos, al final acaba siendo justo, y si tu eres quien tiene la sangre azul que yo necesito, y yo soy la princesa que mueve tus instintos, no te preocupes, a veces, lo imposible, solo tarda un poco más

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