sábado, 4 de junio de 2011

Abismo

Abismo. Esa es la palabra que define a la perfección la situación en la que se encuentran mis sentimientos, mis razones, mi ser, al borde de un abismo y sin vuelta atrás. Llevo ya tiempo caminando sobre los cantos de las piedras de mi camino, un sólo fallo, al suelo. Me he caído ya innumerables veces, unas más dolorosas que otras, pero siempre he retomado el camino. En mi recorrido sólo persigo un objetivo, encontrar el lado plano y liso del camino, el lado de tierra, en el que aunque todo árido, resulta seguro. Poco a poco los cantos han dejado de ser redondos a ser cada vez más cortantes, más agresivos. Me hago daño con cada uno de los pasos que doy, pero no puedo dejar de andar, no puedo volver atrás, pues tras de mi sólo queda el abismo que me persigue cada día.
Huyo de él, o al menos lo intento, solo da tregua a la caída del sol, pero aún así avanza muy rápido.
Alguna vez, en la misma situación entre el abismo y el dolor, de pronto, todos esos cantos cortantes pasaron a ser un precioso y suave prado verde, donde cada una de mis heridas se fue curando. Pero era demasiado bueno para mí, solo fue un oasis entre dos caminos separados por un abismo.
Sólo tengo dos opciones, no se cual es peor de las dos, pues una es seguir alargando esta agonía sin saber si al final del camino hallaré sosiego, o por el contrario mis heridas sangraran en vano y eternamente, al no existir tal fin de mi camino. Mi otra opción es rendirme, sentarme al amanecer en la piedra menos agresiva y esperar que el hambre del abismo me trague para siempre.

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